Título: Demonios familiaresAutora: Ana María MatutePáginas: 172Editorial: Destino
Eva aguarda en el convento a ser nombrada novicia. Pero un incendio intencionado días antes del inicio de la Guerra Civil la obliga a volver a casa. Todo parece seguir como siempre, en cambio se reencontrará con viejos amigos y secretos familiares que jamás había podido imaginar. Su padre, el Coronel, continúa igual de reacio que siempre, huraño, pasando las horas de espaldas a la ventana en su silla de ruedas. Magdalena, la cocinera, mantiene el encanto en la cocina que Eva recuerda de niña. El encuentro con sus viejos amigos, Carlitos, Víctor o Jovita, le hace darse cuenta de que ya no es una niña.
La casa de Eva está llena de espejos colgados de una forma peculiar, tal y como los dejó su madre. El espejo aparece descolgado hacia adelante, con el fin de ofrecer una imagen completa en el reflejo. Eva se mira en el espejo de su cuarto sin ropa. Hacía mucho tiempo que no veía su imagen porque en el convento no le habían dejado mirarse. Se da cuenta de que es muy bella.
Su amiga Jovita le confiesa que está embarazada y no encuentra a Berni, el padre de su hijo. Ella la acompaña a abortar a un sitio donde le han aconsejado, pero al final Jovita se arrepiente. Eva es testigo del bochorno y el silencio que todo ese asunto provoca a su alrededor. Jovita sigue siendo criticada por todos por sus aires de niña demasiado libre (hija de los farmacéuticos). Eva le guarda el secreto de su embarazo.
Se entera de que Yago es también hijo de su padre, un hijo que nunca reconoció y que llevaba toda su vida viviendo en la casa como criado. Para Eva ese hermano es en verdad un consuelo porque, por fin, tiene un compañero de tertulias y confesiones. Pero el hallazgo mayor por parte de los hermanos es encontrar a Berni moribundo en el bosque. Eso les unirá mucho más en el esfuerzo por guardar el secreto. Lo esconden en la buhardilla y se turnan para atenderlo y llevarle la comida. Eva jura no contar nada de aquello y ni siquiera le anuncia a Jovita que ha encontrado al padre de su hijo. Berni empieza a despertar en ella sentimientos extraños que no ha vivido nunca. Siente que se está enamorando a pesar de ser mucho mayor que ella. Aprovecha el primer momento que puede para besarle, para tocarle, para acariciarle. Él, en principio, se extraña, pero luego también se deja llevar por el amor de la muchacha. Ella le hace ver que ya no es la niña que él recuerda.
Una vez más, Ana María Matute utiliza la crueldad de la guerra como telón de fondo para su novela. No es el ambiente principal en el que se suceden los hechos, pero los bombardeos y el miedo son un constante en las palabras y acciones de los personajes. En las conversaciones vemos las divisiones entre la sociedad española: los unos y los otros. Y el hecho de esconder a Berni evidencia que su vida corre peligro a causa de la contienda. Para Eva, la protagonista de la obra, no tiene ninguna importancia posicionarse, para ella tan solo son personas las que conviven en el horror de las bombas y la muerte.
La última novela de Ana María Matute se nos presenta incompleta. Según sus editores le faltaba muy poco para terminarla. Personalmente, considero que ella, a sabiendas de que la vida le llegaba a su fin, escribió esta novela con la intención de no terminarla. De esta manera, obligaría a sus lectores a imaginar un final. Matute nos hace un guiño y un regalo al ofrecernos la posibilidad de crear nosotros mismos el final para esta historia y fabular como siempre ha hecho ella. Sin duda, el título de la obra, Demonios familiares, lo dice todo.
África Crespo
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