lunes, 4 de enero de 2016

AÑO NUEVO, ¿VIDA NUEVA?

Hace tantos lunes que no escribo que por algún momento he creído que ya no iba a escribir nunca más. Me he dado cuenta que a fin de cuentas este blog es ya una parte de mi vida y, aunque a veces el ritmo frenético que llevo me impide dedicarle mucho más tiempo, no puedo abandonarlo a su suerte, así, sin más.

Acaba de empezar un nuevo año y aún no me he detenido a pensar en qué me deparará el nuevo año. Suelo no pensar en esas cosas porque siempre creo que todo seguirá siendo igual y que no variará nada. Pero cada 31 de diciembre me doy cuenta de que eso no es tan cierto. Hay muchas cosas que no varían nada, eso es cierto, pero otras sí que han cambiado ¡y cuánto!

Una de las cosas que nunca cambian son nuestras tradiciones en estas fechas. Fechas que cada uno debe pasar con la familia y con las personas que más quiere. Yo no me imagino pasar estos días lejos de ellos, porque ya no sería lo mismo. Nos tomamos a risa el hecho de que cada año copiamos nuestras costumbres del año anterior: el mismo menú, el mismo mantel, la misma vajilla, las mismas conversaciones, las mismas copas de brindis…como si reprodujésemos en una cámara de video lo vivido hace diez años. Sin embargo, no dejan de ser costumbres familiares que, sencillamente por eso, son tan entrañables que si las cambiamos sentiríamos que algo ha fallado. Estamos en la recta final de las navidades. Pronto quitaremos ya los adornos navideños para volver a las rutinas tras este parón. Pero antes nos queda lo más importante, el colofón final a estas fiestas de ilusión y disfrute para todos: la llegada de los Reyes Magos. A mí siempre me ha gustado que Papá Noel me traiga los regalos que más deseo, porque así podría disfrutarlos más durante mis vacaciones. Sin embargo, es evidente que la ilusión nos la traen los Reyes. Es nuestra tradición, y no los americanismos que cada vez los tenemos más impuestos los españoles. Y sino, ¿por qué no llegan sus Majestades de Oriente a la Casa Blanca? Si nos paramos a pensar, en el resto del mundo la navidad acaba con las fiestas de fin de año. El día uno de enero se pone fin a todo. En cambio, nosotros aún aguardamos unos días más para que lleguen Melchor, Gaspar y Baltasar a traernos los deseos de todo el año y a comprobar que nuestro comportamiento haya sido el adecuado. 


Este es otro día cargado de tradiciones. Y en cada hogar se lleva a cabo de una manera, pero todos lo celebramos por todo lo alto. En algunas casas descargan por la noche y, en otras, por la mañana. En mi casa, de toda la vida, los Reyes han pasado por la noche. Aprovechan que salimos a ver la cabalgata para acercarse a reponer fuerzas con un buen trozo de roscón y un chocolate caliente y nos dejan todos los regalos repartidos por el salón. Cuando regresamos a casa, con las bolsas bien cargadas de caramelos, ya tenemos todos los paquetes preparados para abrirlos y llenarnos de regalos. Después, disfrutamos nosotros también de ese roscón de reyes y una taza de chocolate caliente. Es una gozada. No negaré que se trata de la noche más mágica de toda la navidad. Creo que nos despierta al niño que llevamos dentro.

Ahora nos toca hacer balance de las cosas que hemos hecho y los objetivos que hemos conseguido cumplir para centrarnos en los que nos faltan y ponernos manos a la obra en este 2016 que viene cargado de fuerzas y de ganas. No suelo tener propósitos de año nuevo, tan solo objetivos en mente, nuevos retos y grandes planes que iré desarrollando a lo largo de los próximos meses. O, al menos, eso deseo.

Estos días tienen ya sabor agridulce, porque toca volver a hacer las maletas y regresar al trabajo, a los madrugones, a las carreras y a las obligaciones. Porque la vida es eso, un frenesí, como decía Segismundo, ¡y con cuánta razón!  Pero aguardar con ilusión la llegada de los Reyes Magos porque la magia de nuestra navidad aún guarda lo mejor para el final.

¡Feliz año nuevo a todos y felices Reyes!

Amacrema

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