Desde la serenidad de su sonrisa pude discernir el dulce aroma de aquel árbol especialmente candente. Yo entonces no lo sabía, pero aquel momento no volvería jamás a repetirse en mi vida. Mis quince años impedían dilucidar más allá de mi presente. En ese momento, la palabra futuro no existía entre mis vocablos. Volví a mirarle una vez más y supe que había caído enamorada para siempre. Sin embargo, siempre es mucho tiempo. Igual que nunca no es nada. Entonces, mejor pensar en un ahora y no creer en un pendiente. Siempre será hoy y, en cambio, nunca existirá mañana. Solo puedo recordar el pasado y revivirlo con júbilo y bonanza.
amacrama
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