martes, 19 de agosto de 2014

LIBROS DE VIAJE PECULIARES


Una de mis sorprendentes aficiones cuando salgo de viaje es hacerme con un libro que me recuerde al lugar en el que he estado. Recuerdo que un día mientras recorría la bella ciudad de Segovia con unos amigos encontré un mercado callejero de libros antiguos. Me acerqué a uno de ellos que captó especialmente mi atención y, después de pensar par qué querría yo aquel libro viejo, adquirí un códice del siglo XVII que da miedo abrirlo por si se rompe en mil pedazos. 

En otra ocasión, tras visitar la sorprendente casa de Anna Frank en Ámsterdam y comprar todos los libros conmemorativos de la historia de esta familia judía en la tienda de la casa-museo, encontré frente a una librería olvidada en una bocacalle de la ciudad una pila de cajas llenas de libros usados. 1€ rezaba el cartel. Busqué uno en inglés para poder leerlo y me fui de allí con las bolsas llenas de libros.


Mi afición por la horrible historia del Holocausto me llevó el pasado verano a visitar el escalofriante campo de concentración de Auschwitz. Y como no podía ser de otra manera, busqué entre las estanterías de su pequeña tienda un libro que ilustrara el horror de la historia y los nuevos conocimientos que había adquirido tras ese viaje. Con el título Residencia de la muerte y la portada, queda poco que decir.

 
Este año creo que el libro ha venido a mí. Viendo el poderío económico que está arrastrando Alemania en los últimos años donde la crisis de nuestro país parece no acabarse nunca hemos querido descubrir cómo viven los alemanes. Por eso, Berlín ha sido mi destino turístico de este mes de agosto. Y como iba diciendo, en esta ocasión el libro que me recordará este país para siempre llegó a mis manos más que de casualidad. Se puso a hacer amago de llover y el aire soplaba con mucha fuerza. He comprobado que apenas varias gotas de agua anuncian que en breve comenzará una intensa y fina lluvia que cala hasta los huesos. Corrimos todos hacia la parada del autobús cuando me percaté de la presencia de una librería improvisada en plena calle. La gente se agolpaba a las cajas buscando una nueva historia que descubrir y yo observaba la estampa con cierta impotencia por la inminente llegada del autobús. Me senté a esperar los pocos minutos que quedaban y junto  a mí, en el banco de la marquesina, un puñado de libros parecían olvidados por algún aficionado a la lectura. El autobús llegaba y dentro de mis ansias por llevármelos todos (algo imposible para andar durante todo el día con una pila considerable de libros) cogí uno al azar en completo alemán que sé que no puedo comprender ni el título. 

Ahora ocupa su lugar en la estantería rodeado de otros libros y aunque no podré leerlo (a menos que adquiera en los próximos años un avanzado nivel de alemán) sí sé que siempre me acordaré de este increíble viaje que he realizado. Tengo que decir que nunca me había detenido tanto a saber cuál fue la historia del muro en la que se vieron encerrados miles de alemanes tras la Segunda Guerra Mundial. Por ello quiero acabar mi artículo de esta semana con la siguiente imagen, tomada del mismo muro, donde alguien ilustró de forma bastante idónea lo que vivieron estas personas, una vez más inocentes que pagan por lo que hacen los “manda más”.



Un fuerte saludo a todos y os deseo que sigáis disfrutando de vuestras vacaciones.

amacrema

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